No recuerdo si fue al escuchar las narraciones de François Vallaeys que me topé con una frase interesante. “Hace tiempo que nunca”. O será también a causa de los ajetreos de la mudanza que quedé sin espejo; el punto es que hace mucho que ya no veo la forma, sino el fondo de todo este cúmulo de pensamientos, sensaciones e impulsos que conforman mi YO. Hace tiempo no me observo profundamente, ahora lo hago y me hallo distraído, como mirando más allá, como atrás de la cortina, sosteniendo el amor como aguantando el aire a punto de sumergirse en el agua, iniciando la cuenta regresiva, ya van varios días que sostengo el amor y no lo suelto. Me observo como a las frutas del bodegón, como la pera o la granadilla y sus puntitos, su brillo y su constelación de color en la que empiezo a perderme como jugando. Encuentro a mi cuerpo como las frutas, con colores diversos e inexplicables, sensaciones, texturas y pequitas marrones y otras más claras, resaltando sobre el brillo de lo que soy; tal...