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Mostrando entradas de febrero, 2012

LETRAS PARA SOFIA

Qué podría decir amiga, después de todos estos años que han transcurrido aceleradamente, después de esos recuerdos raídos  o empolvados de nuestra maravillosa amistad. Del chico sublime y sublimado que conociste quizá ya no queda más que ese simple recuerdo, estas ganas de ser hombre me han transformado amiga, a tal punto que a veces hasta yo mismo me desconozco. Desde que empezaste a surgir por allá, en la pujante Cuba, yo me he sentido carente de tu modelo, de tus consejos, de tus ánimos que eran una verdadera caricia. Yo no creo ser malo, tampoco. La maldad y la bondad conviven con todos nosotros, es más pienso yo que es un menester de la cotidianeidad humana.  Aprendí muchas nuevas cosas, algunas sobre política, mi música dio un giro enorme, mi pintura ya casi extinta cambiada por un aleatorio ejercicio fotográfico, sumándosele mi poco apetito actual por el diseño gráfico. Estuve trabajando haciendo un estudio en una zona en la parte posterior de Huanchaco, donde se levan

El último encuentro

Él se había transformando increíblemente en un ser pausado, sereno en todo momento y hasta holgado en las circunstancias en las que con anterioridad acostumbraba exasperarse escabrosamente, creyendo desde su egocentrismo tener siempre la razón. Se pasaba todo el tiempo pensando y repensando.  A juzgar de su manera de vivir, su extremada soledad, su poca relación con el afuera, se podría decir que pensar no le dejaba vivir, parecía siempre encerrar en su interior una migraña incesante capaz de destruirle las mañanas y las tardes, las buenas vibras y los sublimes planes. Las canas empezaban a cundir por su cabeza dando muestra de su vehemente forma de reaccionar, su colérica, directa y terca manera de ser. Su nuevo semblante inspiraba una calma placentera que ni el mismo había experimentado en ningún momento y en ningún lugar. Había por fin logrado dejarse el cabello tan grande como pudiera, para trenzarlo y soltarlo hacia la espalda como siempre soñó, sonreía. Su voz poseía un