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HOY CERRÉ UN ÁLBUM DE FIGURITAS

Tan parecido a una fruta descompuesta, por más que insistas en lavarla cientos de veces, no dejará de estar podrida. Así es todo en la vida. Mi madre siempre decía y ahora noto que fue siempre con una arraigada convicción: “lo que no sirve hay que botarlo”. Y así fue siempre en el transcurrir de nuestra vida familiar, cada vez que se acercaba una mudanza, íbamos recolectando todo lo que era vital e incluso necesario y despidiéndonos de muchas cosas que queríamos, pero ya no tenían ningún valor. “Dejen ya de ser cachivacheros”, nos repetía, siempre con su gesto pujante, sin desconcentrarse en sus quehaceres.

Tratábamos de proteger los álbumes de Dragon Ball el 01, el 02, el 03 al que le faltaban 3 figuritas, y los de Pokemón, que fueron en nuestra infancia un verdadero tesoro que pretendíamos guardar hasta adultos. Habíamos pasado muchos meses coleccionando las figuras, luciéndose con quién sabía más sobre los personajes y sus poderes. En algún momento tuvimos que deshacernos de esas colecciones, al ser consideradas con el tiempo como “inservibles”.

Pero los sentimientos, no son cosas. Yo sé que no lo son. A veces es necesario desprenderse de estos álbumes de la vida, donde las figuritas de colección son recuerdos, brillantes u Holo gramáticos. “Uno se despide, insensiblemente, de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol, que en tiempo de otoño se queda sin hojas; al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas…” gasta el lamento profundo de Chabela Vargas en la Canción de las Simples Cosas. Una sensación parecida a la sacudida de un perro cuando emerge del agua y se instala en tierra firme.

No importa cuánto hayas vivido, cuánto puedas haber compartido con esa persona que fue especial, habrá un momento en que llegará el olvido. Tendremos que deprendernos de esa colección de recuerditos, que fuimos pegando en nuestras páginas diarias con tanto ahínco, con tanto entusiasmo. Y tendremos que ser tan valientes como cuando tuvimos que obsequiar la colección de dibujos animados. Hoy lo hice. Hoy decidí desatar esa sensación en la que el recuerdo me atrapaba en un círculo vicioso y me hacía creer en un sin número de espejismos. Hoy decidí zafarme de la ruedita del hámster. Hoy me di cuenta que si hay que hablar, hay que hacerlo en el momento adecuado, ni antes ni después. Las palabras no sirven un año después, o meses después, o después de haberse empecinado por extinguir todo. El amor se muere todos los días, pero hay quienes quieren mantenerlos en estado Zombie, para tener esa absurda sensación de que son dueños de los seres que aseguran amar.


Cuesta salir de la rueda, es complicado dejar de complicarse. Pero hoy, respiré profundo y pensé con calma en todos los pasajes recorridos y en si valía la pena volver a resbalar por el túnel en una nueva ocasión. Hoy desistí al rótulo de títere, hoy relució mi amor propio. Golpeé las manos sobre la mesa, grité fuerte: - ¡Se acabó¡ y sí. Hoy cerré un gran álbum de figuritas.

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