Aprendí, que los espacios para crecer los son todos, los buenos y los malos. Comprendo por fin aquella tertulia con el tuno “Esquizoide” y el tuno “Dengue” en aquella plazuelita donde la noche vibraba al son de la guitarra, el borboneo de la bandurria y las voces aguardientosas sucumbiendo a la armonía del romanticismo; en aquella ocasión, ambos se mostraron de acuerdo en decir que: en nuestra vida nosotros debemos ser como esponjas, - sí, como esponjas; resaltaban con un tono estoico y preciso; porque las esponjas absorben lo bueno y también lo malo; pero depende de uno el clasificar que escurrir para nuestra vida.
Luego, un hombre sabio resolvió una de las preguntas más complicadas de mi vida y postuló una frase bastante precisa para favorecer mi desarrollo espiritual, emocional e incluso el actitudinal: “Quien no es justo en lo pequeño, no es justo en lo grande”; así decía ese sabio pintor con su inconfundible tono de sapiencia y espiritualidad. No podía dejar de solucionar mis problemas primero; para luego ocuparme de los problemas de otros; incluía amarme, desarrollar mi ego, fortalecer mis potencialidades como punto básico para luego poder tender un puente y fortalecer los lazos con los demás seres, cualquiera fuera el nexo.
La vida me enseño que la claridad es síntoma de salud. Tan parecido como cuando un río corre saliéndose de su cause, turbio, destructivo, no nos da ni la más mínima confianza; todo lo contrario cuando el agua corre en pausa, con serenidad, como cuando la transparencia de las aguas te permite ver las piedras azules y blancas lavarse con el rose azul transparente e incluso ves algún pez que deambula coquetamente por tu mirada. Dime, ¿Cuál de las aguas prefieres? Es obvio que quieres el agua clara, nadie aspira a la turbiedad de su vida (claro que me refiero a quienes se mantienen en cierto margen de normalidad). Aprendí que la verdad era importante, que había que decir, que había que contar la verdad aunque no fuera esta lo que alguien quisiera escuchar, aun sabiendo que la verdad podría ocasionar un caos, habría que decirla y soportar los efectos de los errores cometidos. Había que hacerlo, nada más que eso. Y no por cumplir ni jugar a ser la estrella perfecta que brilla sin converger con nadie en toda la masa oscura del universo; sino porque dejar que la garganta y la saliva se traguen la verdad, para postergarla o para evitar el caos, genera un caos multiplicado mucho más insoportable o destructivo.
Cultivé en mí ese instinto preguntón, a veces pueril, a veces incisivo. Ese pilar que me empujaba a conocer y a experimentar cosas nuevas, sentimientos nuevos, instantes nuevos, presagios nuevos, dilemas nuevos, impulsó mi vida. La palabra se tornó un elemento valioso, pues me enamoré “loreando” más de cinco veces, conocí y experimenté mundos inimaginables, me adentré en lo más profundo de cada mujer y bucee hasta sus profundidades, en algunos casos encontré perlas distribuidas por los rincones y en otros casos ramas secas de olivo,s, en otros colillas de cigarro encendidas dentro de un vaso de agua. Es por eso que la lección de mi misma existencia era gastarse en el habla para encontrar las raíces de todo, la explicación más precisa y por ende la solución más práctica. Hubieron muchas veces que alguien decidió no hablar más del tema porque – ¡No¡ ¡ya para qué, mucho te gusta darle vuelta a las cosas, ya pasó y punto! Pero nada pasa y punto. Con el tiempo te sueles dar cuenta que muchas cosas las pudiste resolver a tiempo y no lo hiciste porque el miedo a la discusión sana te parecía estúpido.
Ahora estoy seguro de que nada en esta vida, en este espacio de tiempo en el que transcurrimos como agujas de reloj, nada, pero absolutamente nada nos pertenece. Facundo Cabral resaltaba en unos de sus recital el pensamiento Taraumara de una tribu Mexicana que decía “nosotros no tenemos armas porque de necesitarlas hubiéramos nacido con ellas”, también resaltaba en su concierto cierta semblanza de su madre demostrándole a él que nada nos pertenece, que nacemos desnudos, así que podemos considerar la ropa que llevamos puestos como ganancia. Nada nos pertenece, no es nuestro el tiempo, no es nuestra la vida, ni siquiera decidimos vivir, no podemos optar por lo que sucederá mañana ni por lo que ya aconteció. No es nuestro el sentimiento de los demás, no es nuestro el pensamiento de los otros, no nos pertenece la voluntad de segundos y terceros, no podemos adueñarnos de lo material porque tenemos la incertidumbre imperiosa de que en simples segundos todo eso se derribe, como se ha derribado y también edificado cuantiosas veces a lo largo de nuestro desarrollo.
“Vamos por la vida en el tren de la muerte, viendo como el progreso acaba con la gente” es otra gran frase de Facundo Cabral; si algo me ha hecho tener un mayor entendimiento de mi vida, es mi apreciación sobre el mundo y la diferencia entre el desarrollo, el crecimiento, riqueza y pobreza, etc. Es en este espacio, donde el pensamiento político suele ser una pieza clave para generar nuevas posibilidades, nuevas premisas sociales que generen otros comportamientos con respecto al rumbo social en el que estamos desbordándonos. Apuntar a políticas mucho más inclusivas, pero de una verdadera integración, no de un saludo a la bandera. Un economista y pensador de origen chileno: Manfred Max-Neef define su postura con esta contundente frase; “La pobreza no es solo cuestión de dinero, es algo más”. Pude tener grandes pasajes precarios en mi vida, pero concuerdo con el profesor de Bekerley, en decir que la pobreza genera creatividad, pues para sobrevivir tu mente tiene que estar despierta, no puede quedarse dormida, ni siquiera atreverse a estar somnolienta. Siempre recordaré que la pobreza y la precariedad en la que mi familia estuvo sumida buen tiempo, significaron un verdadero desarrollo; la banalidad y la estupidez se encontraban inalcanzables para nosotros, y eso aportó a tener una mejor formación, con aprendizajes artísticos, humanos, sensibles. La pobreza, jamás significó un retroceso o un estancamiento, como muchos que miramos desde fuera creemos. La pobreza en mi caso fue una palanca, la necesidad exige la búsqueda, se desarrolla la creatividad, el temple, el coraje, la valentía y otros valores que se debilitan en la época de vacas gordas.
Si hay algo que
me ha gustado aprender es a que la vida, nuestra vida, tiene varios paralelos a
los que a veces no le prestamos atención; sin embargo sabemos que están ahí.
Los sueños parecen traer mensajes, la intuición, las señales, existen; lo cual
me asegura que en la vida nada es casualidad, que la casualidad es una suerte
de escepticismo humano, pero lo real es que siempre existe una causa. Aunque
esto esté siempre ligado al determinismo de las cosas, es una invitación al
racionamiento previo, pues nada de lo que nos sucede es “cosa del destino”. Vivimos rodando en círculos, círculos sellados por generaciones que nos hacen
olvidar lo que sembramos y lo que nos toca cosechar. No ha sido casual conocer
a esa mujer con la que me embobé, aun sabiendo que su amor era apenas un intento
intrínseco de sentirse bien. No es casualidad que supiera la verdad desde el
principio, no es casualidad que me encontrara con aquella otra persona justo
en aquel momento y bajo esas circunstancias. Podría decirse que todo está
escrito. William Shakespeare decía “El mundo es un escenario, nosotros somos simples
artistas”. Definitivamente.
Aprendí que mi boca es un arma letal, descubrí que soy un asesino a sangre fría. Mi lengua a enfriado a cuantos cuerpos y a cuantas mentes, ha secado tantas buenas y muy malas vibras de seres a quienes quizá no era necesario dotarles de tanta importancia. Nuestra boca es un misil, es una bomba asesina si la rabia se incrusta en tus cuerdas vocales. El punto es simplemente, no olvidar, pues todo se salda, todo se recompone solo. El tiempo es nuestro mejor chamán, nuestro mejor guru, nuestro mejor maestro.
Aprendí que mi boca es un arma letal, descubrí que soy un asesino a sangre fría. Mi lengua a enfriado a cuantos cuerpos y a cuantas mentes, ha secado tantas buenas y muy malas vibras de seres a quienes quizá no era necesario dotarles de tanta importancia. Nuestra boca es un misil, es una bomba asesina si la rabia se incrusta en tus cuerdas vocales. El punto es simplemente, no olvidar, pues todo se salda, todo se recompone solo. El tiempo es nuestro mejor chamán, nuestro mejor guru, nuestro mejor maestro.
Al fin y al cabo
en nuestra vida, la única misión que tenemos es esperar la muerte, aquella con
la que todos nacemos sellados, por eso mismo, hay que vivir la vida con
dignidad, para lograr que a pesar de la muerte sigamos ligados a la vida.
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