Ella tiene una sonrisa abierta, la expresa cotidianamente, sus ojos brillan saltando cuando se emociona. Pero también tras esa pared hay una constante melancolía, una incertidumbre disfrazada entre sus dientes.
Ella cree que sonreír hacia afuera le ayuda, aún a pesar que la alegría no se acuna en su interior. Ella es una disidente de la realidad, los sueños y su caudalosa magia la envuelven de tal modo que se adormece al creer que el mundo es lindo, y lo es; sin embargo, ella es Alicia y vive en el país de la maravillas. Y es que ella es tan maravillosa, bella, atractiva, que es mucho más fácil camuflarse en ese mundo de ilusiones, en esa selva de árboles coposos de las fantasías.
Ella rechaza mi soberbia, mi egocentrismo, agregándole cierta tara patológica a mi conducta. Sin embargo, su tema de conversación es su vida (a veces el único), sus triunfos, su carrera y todo lo que ha logrado con ello. Hasta ingresa por la puerta principal cuando los egocéntricos entramos por la puerta común por donde ingresan todos.
Ella tiene tantos miedos, miedos fabricados desde su infancia, desde su crianza, desde sus ausencias y raíces profundas ligadas a su entorno. Sus miedos son sus límites, su principal miedo es “no encajar”, “no gustar”, “no poder” aún a pesar que “el no puedo, está prohibido” es parte de su discurso. Tiene cierto interés por lo espiritual, por lo iluminado y divino, pero no comprende que lo divino y lo iluminado no tiene límites.
Ella quiere dar, porque tiene la benevolencia escrita en su interior, porque sabe que las personas buenas van al cielo y lo cierto es que da. Siempre da y lo grande de esto es que da sin esperar nada a cambio. Dar es un acto de grandeza; pero nadie puede dar a otro lo que no tiene. Nadie puede aconsejar cuando el consejo pueda ser mucho más necesario consigo mismo que con la otra persona.
Ella se enamora, y ama alocadamente a veces, se adueña de alguien y lo quiere con toda su alma, lo alimenta de sueños, de cambios, de fuerza, lo rescata y lo salva; pero no sabe apenas distinguir que es el amor, podría ser tan solo amistad pero las ilusiones podrían transformarlo a tal punto que pareciese un amor. Ella se enamora, no sabe cómo ni por qué, quizá ni se lo pregunta, quizá su arte sea sólo vivir sin fijarse en todo lo que sucede y se ocasiona.
Ella tiene miedo a perder porque siempre se acostumbró a ganar y porque para su orgullo perder no es jamás ganar. Ella jamás admitirá sus errores, siempre buscará una excusa para seguir engañándose que estará bien. Me llama terco cuando la increpo; pero ella es mucho más contestataria cuando trata de disfrazarse. Ella piensa que admitir errores o admitir que se equivocó es quedar en desventaja conmigo, más no se da cuenta que quien siembra cosecha, que solo quién admite que se ha equivocado puede enmendarse y a la larga crecer en espíritu.
A ella no le gustan los planes, porque siempre tiene miedo a que las cosas no salgan como ella espera, no planea porque sus miedos le amplían los riesgos y prefiere no hacer para evitar mancharse de derrota.
Ella va siempre al cine, para distraer sus amarguras entre las comedias y dramas de la gran pantalla, disimulando su ansiedad mientras devora el popcorn de forma acelerada. Dice que no le gustan las películas españolas, ni las eróticas, aun así luego de taparse los ojos en algunas escenas se emocionó, obviamente no son sus escenas preferidas. El cine basado en hechos reales la estremece, las películas de realidad, los documentales le parecen verdaderas películas de terror y las películas de terror están vetadas, porque no encajan con su “forma de ser”.
Ella escucha música clásica porque considera que es la mejor música, porque es música relajante y agradable. Tiene temor al Hardcore, al metal, pero porque no lo conoce; en alguna ocasión se enamoró de algún tema de Mago de oz. Quizá su inamovible gusto por lo clásico vaya tan acorde con su personalidad retro, pero no lo haya notado.
Ella es de derecha y muy neoliberal, pero muchas de sus actitudes y conductas son demasiado radicales. Teme a los revolucionarios, a los rojos luchadores. Considera que los de izquierda son cerrados y soberbios, entonces prefiere ser más condescendiente con los abusadores y con el sistema. Casi siempre busca desarmar la postura de los demás y cuando encuentra alguna que es muy férrea te llama “terco”, cuando debería quizá en algún momento felicitar tu convicción. Ella es la mejor izquierdista de derecha o tal vez el remiendo para la canción de Jara: “Ni chicha ni limonada”.
Ella siempre se va, se va como el tiempo, se va siempre y nunca acaba nada. Su solución es irse del conflicto, abandonar el ring. Se va de todo lo que la presiona. Se va de los cursos fáciles, se va de casa, se va a la playa; ella siempre se va. Cree que dilatando el tiempo las cosas se solucionarán, solas como por arte de magia, como los espejismos se van después del delirio, pero no siempre es así, hay veces en que quizá es bueno decir, pero ella nunca dice nada.
Ella siempre olvida algo, se olvida el celular en cualquier parte. Simplemente se olvida, se olvida de todo, hasta de ser feliz, aunque siempre muere en el intento de lograrlo, porque ella no suele ser feliz solo cree serlo. El olvido es el mejor anestésico para quien quiere vivir riendo y ella lo hace muy bien.
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