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LETRAS PARA SOFIA


Qué podría decir amiga, después de todos estos años que han transcurrido aceleradamente, después de esos recuerdos raídos  o empolvados de nuestra maravillosa amistad. Del chico sublime y sublimado que conociste quizá ya no queda más que ese simple recuerdo, estas ganas de ser hombre me han transformado amiga, a tal punto que a veces hasta yo mismo me desconozco. Desde que empezaste a surgir por allá, en la pujante Cuba, yo me he sentido carente de tu modelo, de tus consejos, de tus ánimos que eran una verdadera caricia.

Yo no creo ser malo, tampoco. La maldad y la bondad conviven con todos nosotros, es más pienso yo que es un menester de la cotidianeidad humana.  Aprendí muchas nuevas cosas, algunas sobre política, mi música dio un giro enorme, mi pintura ya casi extinta cambiada por un aleatorio ejercicio fotográfico, sumándosele mi poco apetito actual por el diseño gráfico.

Estuve trabajando haciendo un estudio en una zona en la parte posterior de Huanchaco, donde se levanta una pequeña población en lotes bordeados de adobe, una especie de ciudadela fantasma, fantasma porque era desconocida por las autoridades, sin mapa, sin algún estudio que por lo menos convenciera a los pobladores que existe algún interés por el bienestar de ellos. Logré realizar un breve análisis poblacional para que una ONG integrara algún proyecto de desarrollo para ellos. Fui con ellos, con los niños en el arenal, a jugar, se juega de todo, y aunque la pobreza aquí en la costa tiene otro color, aunque no es tan pobreza como la de la sierra, yo veo en estos lugares cierto aroma a olvido, el color del barro seco y de la arena generan esa ilusión.

La universidad, de todos modos no puede ser más puta, no parece una universidad, la siento como un parque de atracción donde lo más llamativo resulta ser un trasero esbelto, paradito o una polera de moda en un maniquí andante, gente de plástico, hombres y mujeres descartables jugando a ser profesionales de éxito. El recinto donde se cree que la red de contactos significa el futuro del profesional, donde la iniciativa para la  lectura y la investigación ha desaparecido.  Envuelto en ese rebaño de corderitos trasquilados, me siento como el lobo feroz, un lobo feroz sumido en la depresión. No puedo ni imaginar cómo me llegué a formar como publicista, si soy el primero en renegar por las estrategias del mercadeo y las propuestas que azuzan el consumismo compulsivo y patológico, que disfraza cierto sentido de desarrollo, cuando en el fondo se crea una amarga y lasciva pobreza. En el fondo en vez de llegarme a formar, he comprendido que lo único que alcancé es a deformar lo poco que en mí había construido.

Como no recordar nuestra etapa de preuniversitarios, donde las ilusiones de convertirnos en profesionales eran apenas una esperanza de futuro, un avizoramiento, como el de aquella vieja que leía las cartas ante nuestros atónicos ojos deseosos de saber la verdad. Yo no recuerdo qué reveló aquella mujer del jr. Belén a quien acudimos temerosos, casi con el mismo miedo de poner las manos en una hornilla ardiendo, o la de entregar el alma al diablo, todo con tal de saber un poquito de lo que pudiera venir. Para qué habremos insistido tanto en convertirnos en grandes. Facundo Cabral en alguna poesía de su poco afamado “ferrocabral” cantaba con una voz madura: “no crezcas mi niño, no crezcas jamás los grandes al mundo le hacen mucho mal”. Y es cierto, ya no tenemos los dotes pueriles de nuestra infancia, esa etapa de inocencia, de pureza; nos convertimos en hombres y toda nuestra humanidad dormida se vuelca hacia nosotros, empiezan los miedos, las amarguras, los rencores, las indecisiones, la ira, la fortaleza, la bohemia y otros monstruos a salpicar por nuestros días, como plaga netamente humana, empujándote a vivir.

Pues si tendría que resumir como me encuentro ahora, le tomaría prestada la frase a Víctor Heredia para manifestar mi sobrevivencia, “sobreviviendo dije, sobreviviendo”. Y en este arte de sobrevivir hay huecos enormes con los que se tropieza, yo empujo con todas mis fuerzas, para avanzar en esta prueba de supervivencia, acongojado por el ruido de la ciudad y el humo engrampado en las paredes. La soledad en mi casa, esa compañera que me invita a pensar en todo, hasta en cosas que ni manifiestan importancia. El mejor regalo de esta soledad es un viaje interno en mi mismo, una constante de preguntas internas, de respuestas confusas que poco a poco se van aclarando, trayendo un halo de paz para mi interior.

El cigarro y el alcohol he buscado alejarlos en lo posible de mi vida, asomándome a cierto interés deportivo, pero poco relevante. Te preguntarás que pasó con el chico activo y entusiasta que te acompañaba todas las tardes al salir de la preparatoria, bueno, yo también ando preguntando por él, pero resulta que me lo comí. Me lo engullí entero pero lo voy tragando de a poquitos, sin embargo muchas cosas que fui asimilando de aquel personaje aún laten en mi interior. Me he convertido en una suerte de ermitaño, pero sin misticismo, ni magia. La excesiva búsqueda de razones,  justificaciones o argumentos esenciales para todas las cosas me entretiene en una constelación de cuestionamientos y vaya que agradezco tener el tiempo para pensar en todo eso. Estoy loco y si me dices que siempre lo fui, pues tal vez ahora haya empeorado.

Y en el amor, no podría decir que he fracasado, mi ego no me permite definirlo así. Todo lo contrario: me siento agradecido de las bondades de todas aquellas mujeres que me han regalado un poco de vida, un poco de motivación, de aprendizaje, de pasión y locura. Y aunque no haya logrado aún después de varios años lograr alguna relación estable, podría decir que las últimas experiencias que me han tocado vivir han significado una constante de aprendizajes y aterrizajes. Me han hecho ver y reconocer aspectos que yo no quería aceptar. Pero el amor no es un contrato de seguro contra accidentes; te subes al carro aceleras, porque el corazón siempre acelera y te abalanzas contra la vida, de pronto un fuerte golpe, un estremecimiento que te sacude hasta el alma. Ahí, en esos choques, si tienes la tranquilidad de analizarlos, hay una suma de experiencias que se van superponiendo uno tras otro hasta hacer una pared fuerte, en suma todos esos bloques de vida te van haciendo fuerte. Claro, para los masoquistas como yo, que siempre están dispuestos a arriesgarse, a amar, a pecar, a vivir y hasta perdonar. De otro modo el amor se reduciría a una disfrazada actuación de felicidad, como muchos que fingen o creen ser felices sin darse cuenta del tamaño de piedras que están a punto de invitarlo a acercarse a la desdicha. El que quiera amar, creo yo, debe saber que nada saldrá como uno quiere, que el amor no es para cobardes, deberá saber que la casualidad no existe, que no siempre tendrás a alguien así la ames y también que el amor no es ninguna batalla, no hay trofeos, es todo lo contrario, el amor difiere de la pelea, de la guerra, el amor es solo eso,  es tan solo amor.
Han pasado tantas cosas amiga, he cambiado  todo, hasta de ciudad y espero que este cambio sea un despegue de ilusiones y el pragmatismo de mis logros. Tengo tanto por andar, hay tantas cosas que desconocía y desconozco. Tengo tantas ganas de salir, de abrirme por el mundo y respirar el aire de otras zonas, escuchar la risa y el llanto de otros hombres, escabullirme entre las calles de ciudades ajenas, conversar de cosas distintas, fotografiar rostros de otros hermanos, encontrarme con nuevos ojos, enamorarme del mundo, luchar por él. Si en esta carta hay alguna confesión, es que quiero ser pasajero del tren de la tierra, rodar y luchar por cada pueblo que me acoja.

Te extraño mi gran amiga, extraño tu voz, tus respuestas, tu risa, tu “sublimínate” y recuerdo con mucha nostalgia, las nueces con nuestros nombres, las tardes enteras en la academia, aprendiendo de ti, enamorándome de tu risa, tu pasión, sencillez y fortaleza. Sin duda me he visto obligado a aprender a vivir sin ti; por eso te extraño, contigo tenía y tengo tan buenos ejemplos, tan buenos recuerdos.
Hasta la victoria siempre… Sofía…

Comentarios

Marie Pizzer ha dicho que…
"Todo se transforma", Kafka.

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