Hace mucho tuve la oportunidad de leer a Manuel Escorza y su narración que reporta la historia de un pueblo de Cerro de Pasco que es abusado por una empresa y minera, desprotegido por la disfuncionalidad de sus autoridades. El pueblo resulta cercado por unas inmensas e interminables rejas que hacían de linderos entre las tierras que antes ellos podrían aprovechar para pastar y que no le pertenecieron a nadie pero con la influencia del poder, la minería la adquiere y prohíbe el pasteo de ganado en su interior bajo pena de muerte. El pueblo empieza a padecer los estragos de la pobreza, y la incomodidad de tener que cruzar alrededor del cerco y no a través como se acostumbraba, así es como el pueblo decide hacer justicia, cansado de las promesas y primeras piedras de sus autoridades en un Redoble por Rancas que se ajusta a la realidad de nuestros días.
Hugo Blanco, es uno de esos reconocidos representantes del hombre andino, como si fuese sacado del libro de Scorza e influenciado por Arguedas, Mariategui, reconoce que el campesinado, el agrícola y el ganadero son la vida de un país. Valora toda la dimensión del hombre del campo, responsable de un levantamiento en el año de 1962, en la época del que fuera presidente Ricardo Pérez Godoy, buscando establecer una reforma del agro nacional que nazca desde el campo para respetar los derechos de los indígenas que trabajaban oprimidos bajo el puño de los hacendados de esos entonces.
Es probable que muchos se pregunten porqué revivir la semblanza de este héroe de la década de los sesentas en este 2011, donde aparentemente vamos de crecimiento según la realidad representada falsamente por los medios a lo largo y ancho de nuestro país. Una amenaza ha venido atacando el desarrollo de nuestro país, capitalismo y globalización disfrazados de modernidad y desarrollo nos adormecen la mente como para no darnos cuenta que la pobreza y corrupción lacerante siguen marcando el mismo índice. Resulta bastante inquietante, pero ninguno de nosotros se ha preguntado que va a pasar con la situación económica, ecológica y de recursos en nuestro país cuando toda la tribu de transnacionales absorba las bondades de nuestras tierras, dañando el agua, la propia tierra, los nevados y la salud de las comunidades. Aquí cerca nada más, en Cajamarca, una ciudad que posee a una de las mineras más importantes del mundo sufre los estragos de las políticas abusivas de estas empresas. La ciudad que era conocida hace veinte años por sus manantiales, quebradas, ojos de agua, lagunas y toda esa riqueza natural se ha perdido casi en su totalidad, debido al ejercicio minero, resultado: Tres horas diarias nada más del líquido elemento para la población; es más quién podría asegurar la calidad de esa agua que se ha comprobado que es agua utilizada por la misma minera, luego procesada y entregada al río. Me pregunto si es beneficioso invertir en oro a costa de miles de vidas afectadas.
Cajamarca está cercada, como en un tiempo estuvo cercada la Oroya, ahora luciendo su putrefacta denominación de ciudad muerta, así están cercadas varias regiones del Perú. Así sufren millones de peruanos oprimidos bajo el yugo de las potencias mundiales, tratados como basura como en la época de la colonia, donde fuimos esclavos y se preparó el camino para estos tiempos, para seguir siendo colonia. Cuando el himno nacional dice “Somos libres”, se toma unos segundos para darse cuenta de tamaña farsa y decide mejor invitarte a “Seamoslo siempre”, me pregunto que pasaría si lo planteamos como una interrogante ¿Somos loibres? ¿Podremos serlo siempre? Y estoy seguro que ahí todo el mundo se hará el desentendido, porque la libertad es una tarea de todos, una lucha de un pueblo que debe olvidarse de su lujurioso interés de llenarse los bolsillos de dinero y de ese ilusión de poder que nunca existe, pues somos títeres del que tiene más. Quizá este llamado a la conciencia se otra vana ilusión, pero no habrá un país mejor si las conciencias de este pueblo despiertan hasta encender esa llama de responsabilidad que nos invite a contribuir con la verdadera independencia de nuestra patria que comprometa un verdadero compartir de la riqueza y no este botin carroñero por acumular riqueza como es hasta ahora.
Mientras seguimos ensalzando a héroes desconocidos, hay héroes que viven y están en pie de lucha, poniendo el puño para luchar por un bienestar común, con igualdad y oportunidades para todos. Hugo Blanco, ahora sumido en su lucha por defender la hoja sagrada de la coca, los derechos del indígena y del hombre campesino, para no ser atropellado como el pueblo de Majes, como el pueblo de Cajamarca, como el pueblo de Bagua y todos aquellos que han sido pisoteados como si no formaran parte de esta nación, como si no contribuyeran a esta onírica ilusión de democracia en la que nuestros políticos aún creen fervorosamente.
Queda en pie la invitación para reflexionar sobre esta condición en la que nos encontramos, decidir seguir siendo esclavos de los patrones abusivos, o tomar las riendas de nuestro propio destino y empujar el ideal hacia la libertad. Porque créanme que he visto tanta pobreza en nuestra sierra que como decía el pensador Atahualpa Yupanqui “Parece que por ahí Dios no pasó jamás”, he visto el rostro de la desnutrición crónica azotar a los niños, el hambre resonar en las barrigas de los hermanos del campo, el abandono y también esa lucha por subsistir, en su faena, en su campo. Como recitaba Victor Heredia en su canción “Sobreviviendo dije, sobreviviendo”. O como mencionaba facundo Cabral “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”.
Hay que luchar por la vida, por nuestros derechos, por la libertad y por una educación que invite a pensar y nos libere del adormecimiento creado por el capitalismo manipulador.
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