Me había resbalado varias veces en la vida. Hay resbalones que consideramos insignificantes, a los que ni siquiera nos atrevemos a observar de reojo mientras nos deslizamos por túneles inhóspitos, como cadáveres que se entierran tan profundamente que hasta desaparecen del recuerdo. Hay huecos, hondos, agrestes, vacíos, infinitos, llenos de ausencias, de miedos, de angustia y a veces de hiel.
Los pasos que damos los hombres siempre buscan ser calculados, maquinados pensados, pero a veces hacemos dos o tres cosas que suceden de forma paralela, sin que nos demos cuenta de todo lo que ocasionamos, son en esos momentos en que caemos. Y lo más difícil de esto, es la impotencia que provoca, el nerviosismo y la tensión a la que me somete.
Siempre tuve miedo de quienes se veían deprimidos, infames ante la felicidad y la luminiscencia de la vida, de los milagros diarios, del pensar y el sentir; jamás me di cuenta de que nadie está libre de congoja o de llanto, de gritos desaforados en tempestad, hay momentos en que te crees tan libre que sientes que no te puede pasar nada, pero estamos embarcados en la vida y aquí a todos los tripulantes nos pasa de todo, algunos ahogados, otros a la deriva, incluso otros más lúcidos navegando en altamar con las velas extendidas, mientras unos cuantos nos embrujamos en la búsqueda eterna de la eternidad.
Después de aquella noche de descontrol, de cosquillas eléctricas sacando chipas desde las rodillas hasta la planta de los pies, con terribles jaquecas y sueño, somnoliento y cansado, comprendí lo injusto que estaba siendo conmigo mismo, dejándome derribar por mis propios temores. Debo confesar que en muchos instantes mi YO pensante me decía: “Basta, Basta ya no dejes que nada te afecte” y trataba de imponer mi buena disposición hacia algo positivo, pero también probé el fracaso en el intento. Intenté internándome en el trabajo buscando así poder descongestionar mi mente en nuevos proyectos y asistí sin percibir sueldo a lo que yo creía podía sacarme de aquel encierro mental. No te imaginas el terrible nudo que empezaba a formarse en mi garganta, parecía un coagulo apretándose en mi esófago, con un sabor tan intolerable como el de la amargura.
Y leía a muchos referirse al miedo, comentar y criticar el miedo, buscaba aparecer como un ente apaciguador, motivador, quería desaparecer los miedos de los demás, cuando en realidad yo me venía consumiendo lentamente por ese veneno tan radical. Tú quieres escapar de aquel túnel, pero cuando se va la luz es difícil encontrar el camino de retorno, empiezas a sentirte como loco, porque sabes que no estás bien, porque en realidad no lo estás. El bienestar no mantiene similitud alguna con las heridas que causa la depresión.
Es triste, porque tú quieres salir, y te desvives en el intento, pruebas todas las fórmulas, sales con la finalidad de distraerte, juegas y ahora con el internet te zambulles en ese mundo alucinante de la red, pero a veces solo logra confundirte más o te hace sentirte más solo. Lo importante es que estas en esa lucha contigo mismo, te conviertes en un bipolar, a ratos estas excesivamente exasperado y en otros emana de ti toda la dulzura y ternura que jamás hayas descrito en ti mismo. En otros instantes estás pensando y pensando, tanto que te distraes de tu mundo, te mezclas en lo imaginario y ahí si viene lo peor, porque hasta los sueños se convierten en abominables pesadillas, vaya que eso es verdaderamente insoportable. Entonces llega un momento en que te detienes y sabes que tienes que desahogarte y recurres a alguien, otros prefieren no recurrir y se encierran mucho más en sus vacíos. Si tienes una madre, una hermana, o una enamorada, corres y se lo cuentas, claro que tus temores no te dejan contarle absolutamente todo, pues al principio es muy difícil aceptar conscientemente que tienes una enfermedad y bueno al no aceptarlo, no reconoces que tienes un problema y por tanto nunca lo solucionarás.
Jamás pensé terminar en un consultorio psiquiátrico, a mis 23 años, en la que podía llamar la mejor etapa de mi vida, no lo esperaba. Siempre las cosas en mi vida aparecen de manera improvista. De pronto el médico empieza a invadirme de preguntas, y claro hacen una regresiva, sus cuestiones médicas intentan conformar un contexto que le permita identificar todos tus fantasmas, pero en cada recuerdo se sufre y lo peor, lo que me pasó a mí, habían muchas cosas que no recordaba: “de pronto terminé sintiéndome así doctor, esta última etapa se está tornando insoportable”; el médico asintió como si esperara que dijera eso;“Necesito ayuda profesional, yo quiero estar bien”.
Y así es como terminé bajo un régimen farmacológico iniciando una nueva batalla en mi vida que quiero derrotar y desterrar. Consumiendo Fluoxetina cuyo valor de este fármaco funciona como un inhibidor selectivo de la receptación de serotonina (que funciona como neurotransmisor) posee funciones antidepresivas, dispuesta a controlar todos estos trastornos ocasionados por la depresión severa.
El médico me pidió que leyera de pie todos los síntomas que componen un cuadro depresivo, lo alarmante es que tuve 10 síntomas fuertemente focalizados de 11 descritos en el afiche. Pero para notar que siempre hay esperanza, que siempre se puede salir de los huecos donde caemos, es que el factor que me faltaba era el suicidio. Yo no me quiero morir, quiero salir de esto y lo voy a lograr, porque me amo y también porque hay personas a quien amo.
Después de cada tormenta siempre saldrá el sol.
Los pasos que damos los hombres siempre buscan ser calculados, maquinados pensados, pero a veces hacemos dos o tres cosas que suceden de forma paralela, sin que nos demos cuenta de todo lo que ocasionamos, son en esos momentos en que caemos. Y lo más difícil de esto, es la impotencia que provoca, el nerviosismo y la tensión a la que me somete.
Siempre tuve miedo de quienes se veían deprimidos, infames ante la felicidad y la luminiscencia de la vida, de los milagros diarios, del pensar y el sentir; jamás me di cuenta de que nadie está libre de congoja o de llanto, de gritos desaforados en tempestad, hay momentos en que te crees tan libre que sientes que no te puede pasar nada, pero estamos embarcados en la vida y aquí a todos los tripulantes nos pasa de todo, algunos ahogados, otros a la deriva, incluso otros más lúcidos navegando en altamar con las velas extendidas, mientras unos cuantos nos embrujamos en la búsqueda eterna de la eternidad.
Después de aquella noche de descontrol, de cosquillas eléctricas sacando chipas desde las rodillas hasta la planta de los pies, con terribles jaquecas y sueño, somnoliento y cansado, comprendí lo injusto que estaba siendo conmigo mismo, dejándome derribar por mis propios temores. Debo confesar que en muchos instantes mi YO pensante me decía: “Basta, Basta ya no dejes que nada te afecte” y trataba de imponer mi buena disposición hacia algo positivo, pero también probé el fracaso en el intento. Intenté internándome en el trabajo buscando así poder descongestionar mi mente en nuevos proyectos y asistí sin percibir sueldo a lo que yo creía podía sacarme de aquel encierro mental. No te imaginas el terrible nudo que empezaba a formarse en mi garganta, parecía un coagulo apretándose en mi esófago, con un sabor tan intolerable como el de la amargura.
Y leía a muchos referirse al miedo, comentar y criticar el miedo, buscaba aparecer como un ente apaciguador, motivador, quería desaparecer los miedos de los demás, cuando en realidad yo me venía consumiendo lentamente por ese veneno tan radical. Tú quieres escapar de aquel túnel, pero cuando se va la luz es difícil encontrar el camino de retorno, empiezas a sentirte como loco, porque sabes que no estás bien, porque en realidad no lo estás. El bienestar no mantiene similitud alguna con las heridas que causa la depresión.
Es triste, porque tú quieres salir, y te desvives en el intento, pruebas todas las fórmulas, sales con la finalidad de distraerte, juegas y ahora con el internet te zambulles en ese mundo alucinante de la red, pero a veces solo logra confundirte más o te hace sentirte más solo. Lo importante es que estas en esa lucha contigo mismo, te conviertes en un bipolar, a ratos estas excesivamente exasperado y en otros emana de ti toda la dulzura y ternura que jamás hayas descrito en ti mismo. En otros instantes estás pensando y pensando, tanto que te distraes de tu mundo, te mezclas en lo imaginario y ahí si viene lo peor, porque hasta los sueños se convierten en abominables pesadillas, vaya que eso es verdaderamente insoportable. Entonces llega un momento en que te detienes y sabes que tienes que desahogarte y recurres a alguien, otros prefieren no recurrir y se encierran mucho más en sus vacíos. Si tienes una madre, una hermana, o una enamorada, corres y se lo cuentas, claro que tus temores no te dejan contarle absolutamente todo, pues al principio es muy difícil aceptar conscientemente que tienes una enfermedad y bueno al no aceptarlo, no reconoces que tienes un problema y por tanto nunca lo solucionarás.
Jamás pensé terminar en un consultorio psiquiátrico, a mis 23 años, en la que podía llamar la mejor etapa de mi vida, no lo esperaba. Siempre las cosas en mi vida aparecen de manera improvista. De pronto el médico empieza a invadirme de preguntas, y claro hacen una regresiva, sus cuestiones médicas intentan conformar un contexto que le permita identificar todos tus fantasmas, pero en cada recuerdo se sufre y lo peor, lo que me pasó a mí, habían muchas cosas que no recordaba: “de pronto terminé sintiéndome así doctor, esta última etapa se está tornando insoportable”; el médico asintió como si esperara que dijera eso;“Necesito ayuda profesional, yo quiero estar bien”.
Y así es como terminé bajo un régimen farmacológico iniciando una nueva batalla en mi vida que quiero derrotar y desterrar. Consumiendo Fluoxetina cuyo valor de este fármaco funciona como un inhibidor selectivo de la receptación de serotonina (que funciona como neurotransmisor) posee funciones antidepresivas, dispuesta a controlar todos estos trastornos ocasionados por la depresión severa.
El médico me pidió que leyera de pie todos los síntomas que componen un cuadro depresivo, lo alarmante es que tuve 10 síntomas fuertemente focalizados de 11 descritos en el afiche. Pero para notar que siempre hay esperanza, que siempre se puede salir de los huecos donde caemos, es que el factor que me faltaba era el suicidio. Yo no me quiero morir, quiero salir de esto y lo voy a lograr, porque me amo y también porque hay personas a quien amo.
Después de cada tormenta siempre saldrá el sol.
Comentarios
...pero TU lo solucionarás Jos!