Se encuentra Cesar Velarde, el gerente de una fábrica de helados, en un ambiente tétrico, olvidado. Cierra los ojos, descansando. De pronto el reloj empieza a sonar con pitidos desesperantes. Cesar parece no sentirlo y se levanta lentamente, todos sus movimientos son pausados, Incluso el golpe al reloj para que se callara es muy suave. Se levanta delicadamente, se retira el pijama y se pone el pantalón azul formal, se demora viendo la ventana, por donde penetra la luz mientras se ajusta la hebilla de la correa. Luego se acomoda los puños de la camisa, el cuello, termina de abotonarse, por último se pone el pulóver con mucho cuidado, asegurándose que la placa de gerente general se mantenga perfecta y visible.
sale de su habitación, camina hacia su comedor por un pasillo angosto, la mesa esta lista, hay un mantel crema percudido, un plato vacío y unos cubiertos dispuestos sobre una servilleta en forma ordenada. Cesar, se sienta lentamente, coloca las manos en posición de oración...
Cesar: En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo Amén...; De pronto siente como un breve desmallo, observa una luz blanca que lo enceguece y empiezan a deslizarse tallarines en salsa roja que caen desde lo alto hasta su plato, y también refresco de maíz morado y alguna uvas grandes sobre su mesa. cesar en un arrebato desesperado empieza a tragar todo lo que pueda entrar en su boca. De pronto la sensación de desmallo se retira, la luz blanca se despeja y de pronto vuelve a verse en los instantes previos a su desmallo, sudado, asustado y complacido...
cesar: En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amén...
Se levanta de su lugar, camina hasta el mueble de la sala que está muy cerca, toma su portafolio y se retira, al abrir la puerta se da cuenta que allá afuera todo es oscuro y tímidamente se atreve a pasar a esa inmensidad oscura, pero una voz lo detiene:
Voz: ¡A dónde vas Velarde?, tu ya no trabajas más en esta compañía.
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