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EL SÍNDROME DE LAS DISULPAS TARDÍAS

Tenía un fuerte ardor de estómago, cuando recibí ese mensaje de Texto. Estaba a punto de apagar la computadora para ir a descansar. Una noche en que la cabeza me zumbaba como abejas en panal.

-Hola Joseph, te deberías preguntar por que te escribo…

-Si me pregunto; le respondí. Sobre todo después de haberte hecho tanto daño; argumenté de forma decisiva, sin agregar más palabras.

-Quiero agradecerte, por haberme permitido conocerte…

_Bueno, gracias a ti también; le dije, sin mencionarle que a veces dudo de si existió alguna razón por haberla conocido, todo eso siempre fue incierto.

-Agradecerte por alguna vez estar a mi lado cuando más lo necesitaba; me dijo, al parecer queriendo escribir mucho más; por aconsejarme, por enseñarme muchas cosas, por haberme hecho feliz muchas veces; erigió sus palabras probablemente sin pensar, quizá nunca se dio cuenta que podría empezar a burlarse de mí.

-Creo que ese es mi principal defecto, le dije. Yo siempre estoy cerca de las personas que sufren, en algún momento creí que esa podría ser mi misión de vida, sin embargo me confundí terriblemente. Cuando te conocí no sólo tú andabas mal, yo también lo estuve, lo sabes. Ahora he perdido muchos de los sentidos. No quiero decir que fue tu culpa, es la mía, quizá me pasó por creer que podría servirte mi ayuda. Ojala y te sirvió.

-Sabes Joseph, a pesar de todo te considero una personita muy importante y especial para mí.

-Mira tú, quien podría imaginar que utilizarías esas palabras “Después de todo”, después de todo de qué, me pregunto. ¿Cómo yo puedo ser tan especial para ti y sobre todo ahora?, ahora que ha pasado tiempo, que ya nada tiene sentido. ¿Por qué lo haces?, ¿Qué quieres?, dímelo.

-Nunca desee que te alejaras de mí…; se detiene un poco y continúa; pero se que te encuentras mucho mejor…; se vuelve a detener mientras escribe; y eso me d amucho gusto.

-Pues yo si deseé y deseo tenerte mil años luz lejos de mi; le dije prepotentemente; Recuerdo bien aquella noche de poca luna, en el Capacñan, después que caímos dos veces de la bicicleta, después que te heriste el muslo y el brazo, ¿Recuerdas verdad?, esa vez me dijiste que “el que ama no daña”, me hiciste recordar que muchas veces te lastimé, que fui yo el mentiroso, el huevonazo que te rogaba, el estúpido que podía darte lo mejor de sí, el que tenía que esperar, el que soñaba solo, el que creía amarte, el equivocado, ese era yo. ¿Lo recuerdas bien?, yo espero que lo recuerdes siempre, por que algún día te tocará estar en el mismo lugar que yo, no es mi justicia, estoy seguro que es la de Dios.

-No olvides que te quiero un mundo.
- Que será para ti querer un mundo, quizá signifique nada. Quizá sea la misma estupidez con la que te confundiste siempre, no sólo conmigo sino con todos los que te ofrecieron su corazón y su alma. Yo te dí, todo lo que soy, lo que nunca había dado a nadie. Me voy tranquilo sabes, por que tú eres la que aún puede escribir esa patética frase “te quiero un mundo”, para mí esa estúpida frase, no significa más que una fábula de la que me llevo la mejor moraleja.

Cuídate mucho… y de verdad, que Dios te bendiga…

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