Y me miraba absorta, como esperando sumisión
declinando a mi insólita explosión,
al desacuerdo de mi reata asesina,
a mis golpes de resortera y percutor ardido.
He dejado entre las moleduras de sus heridas
un ruido sórdido, embalsamando sus sueños,
pesadas esquirlas imborrables, en el hastío de su soñar.
Cremando las pocas de amor, que en sus brazos suspendía,
alejándome de las muescas dulces en mi imaginación.
Ya ni siquiera soñando, ni dormido, ni despierto,
ni entrelazando su aire a merced de mis respiros,
cristalizando su rabia, no habrá más, se acabó y
mientras despide un suspiro y no me mira.
Su mirada se desvía, como disparo
que curvea escapando al objetivo.
La herida que provoca es más contundente
que si me diera un te quiero flácido y nauseabundo.
Me acerco, sólo atino a abrazarla, sin saber si es un amanecer o
tal vez tiene la erisipela en su piel en el tránsito de un sunset entristecido.
Y empiezo a tener Escarceos en el fondo ,
no hay más movimientos que mis latidos,
programados para estallar la bomba a mi ejecución.
Le digo que espero que me aniquile con una respuesta,
le aseguro estar lobotomizado con tanto dolor y tanta espera,
que he votado el último regalo que tenia entre mis manos,
que quien sabe la mierda jamás será capaz de devolverla,
que incluso a pesar de las mil magulladuras a su rostro grácil y casquivano,
no quiero perderla y le entrego mi vida y mi muerte;
sabiendo que puede no entenderlo, hasta le hablo de mis sueños,
de sus odiseas en colapso y sus personajes,
sin librarme de que pueda escrutar en la razón y lo que pienso.
Todo es íntimo, a la vez me siento tan ajeno, y tan sumiso.
Tan entregado como alejado, es que no me mira para enfrentarme,
no hay contienda ni recelo, ni exige tenerme para siempre,
como lo expresa entre términos taimados una y otra vez.
Y la sin razón es el peor de mis venenos y hasta la peor ponzoña vertiginosa,
con jugosa química de despecho, del no quiero volver a verte.
Sin embargo cada segundo es manejado por tu majestuosidad de princesa
y no puedo ocultar el incendio que me consume,
con sus gigantescas llamas demoledoras.
Tan sólo despido el azufre de entre mi lengua serpenteante,
para decirte que te quiero, con calor y sin furia,
para sembrarte en mis jardines y entre árboles robustos
enraizarte en lo profundo, para escalar en tus avenidas.
quiza sin que sea necesario despertarte para
anticiparte que te espero, pero que no sea demasiado tarde.
Caj. 30/03/10 Joseph Sánchez Horna
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