Tengo los ojos cerrados y sin embargo te miro.Tengo dibujado tu rostro y tus ojos bellos más allá de mi retina que te ansía y hasta tengo hambre de tus labiosy te añoro incluso cuando recién te abracé y me despedí. Es que tu voz me sorprende, mucho más cuando me dices que sueñe, que sueñe contigo sorteando la vida. Después de que me besas con un te quiero y suspiras riéndote ensimismada. Sueña con la luna llena, con su brillo que nunca fotografías, con su candor que te alimenta. Sueña, princesa con ese sueño que aun es confuso, que se aclara cada vez más así como el agua cuando ha pasado la lluvia. Sueña y no despiertes que me arruinas el sueño del que no quiero despertar. No hagas ni el mínimo ruido ni me desconcentres ahora que te miro porque yo también sueño con un domingo abrazándote, separándote incluso de ti misma, teletransportándote a mi propio universo donde encapsularte hasta que salgas de ese sueño.
Si hubieras visto la forma como sus ojos fijos se encontraron el uno con el otro alargando su inevitable despedida; deliberando cualquier reacción, rebuscando en el interior de las pupilas de cada uno, sin parpadear. Es probable que ella intentó contener su abatimiento prensando sus lagrimas en un esfuerzo inútil, es posible que sus miradas se encontrasen unidas por una suerte de vía microhondas y hubiesen transmitido aproximadamente unos mil viajes de ida y vuelta a cada uno de sus infiernos, como quién viaja sin deseo, de forma agresiva. El asunto es que estuvieron ambos expectantes dispuestos de forma opuesta, el uno frente a la otra como en una partida ajedréz donde cualquier movimiento puede terminar matando al contrario. Estuvieron quietos sus cuerpos. Quién sabe cuántas cosas pudieran haberse dicho, puede ser que ella le reclamase por algún error y él no suplicara, por eso la lágrima rebelde se desmaya exhausta por su mejilla y su pupila ejerce un movimiento triste ...
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