Si hubieras visto la forma como sus ojos fijos se encontraron el uno con el otro alargando su inevitable despedida; deliberando cualquier reacción, rebuscando en el interior de las pupilas de cada uno, sin parpadear. Es probable que ella intentó contener su abatimiento prensando sus lagrimas en un esfuerzo inútil, es posible que sus miradas se encontrasen unidas por una suerte de vía microhondas y hubiesen transmitido aproximadamente unos mil viajes de ida y vuelta a cada uno de sus infiernos, como quién viaja sin deseo, de forma agresiva. El asunto es que estuvieron ambos expectantes dispuestos de forma opuesta, el uno frente a la otra como en una partida ajedréz donde cualquier movimiento puede terminar matando al contrario. Estuvieron quietos sus cuerpos.
Quién sabe cuántas cosas pudieran haberse dicho, puede ser que ella le reclamase por algún error y él no suplicara, por eso la lágrima rebelde se desmaya exhausta por su mejilla y su pupila ejerce un movimiento triste tan parecido a un latir involuntario. Se aman, parece. Tal vez las palabras les son innecesarias. Incluso pueda que el amor les haya hecho todo lo contrario, ambos sufren, él respira inflando el pecho.Pasan varios minutos, ella se lleva la mano a los ojos para limpiarse suavemente la lágrima, lentamente y sin dejar de mirarlo se incorpora, sus ojos parecen decir mucho más; luego se desconecta y se va.
Él se queda observando el café, tan negro como ahora su alma, un sorbo amargo parece remecerle el espíritu, se queda quieto como si fuera a quedarse en aquella mesa, en el segundo piso del café para siempre.
(Cosas que vemos y nos estremecen)
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