Yo recuerdo con nostalgia y con orgullo, cuando él tenía siete y yo seis, cuando siempre había solución para cuando no había nada. Eran épocas en que el palto, el árbol de higo y el blanquillo aún daban frutos, eran épocas en que la casa aún olía a pan, olía a vida. Teníamos mil formas de crecer, la mayoría fueron jugando, a ratos sufriendo, pero en ese estado inocente, el sufrimiento no es ningún placer. Escondidos en la habitación del tío William, rogando que nunca nos encuentre y menos en el preciso instante en que nos deleitábamos con las locuras de Ferrocabral, o cuando Neruda recitaba "Puedo escribir los versos más tristes esta noche", nos acurrucábamos en la colcha marrón con rondelas de colores y reíamos con el paseo por México de Facundo, con Milanés y con la sensación inmensa que producía Silvio con "El Unicornio azul". Yo preguntaba qué son los unicornios, él siempre sabía que era todo (se lo inventaba). Como decía, en esas épocas nos regocijábamos, in...