No voy a olvidar aquella ocasión
en que entreviste a ese ex soldado. Su mirada encerraba a ciertos fantasmas,
quienes deambulaban por todos los pliegues de su ensimismado cerebro. Tenía el
porte de un enorme ropero y aunque lucía algo gastado y panzón, parecía
enorgullecerse de haberse realizado como soldado de élite del ejército peruano.
No en vano, en la formación como
comunicador social, el periodismo resulta ser la herramienta con la que más
logras conectarte a la realidad y esta fue una ocasión inolvidable. Estuvimos
sentados a un metro de distancia aproximadamente, el trataba de estilizar los
pétalos de una rosa a punta de martillazos, logrando lentamente que el metal se
amoldara a su escultura. Me apresuré a preguntarle sobre su vida militar, quizá
bastante impresionado por su interesante trabajo como escultor en metal,
inusual decía yo para mis adentros. Las preguntas fueron típicas, quizá por mi
poco conocimiento con respecto al tema o por mi falta de olfato periodístico,
propia de novato. Contó sobre sus rutinas de entrenamiento, sobre las
dificultades que todo soldado asume al introducirse en los cuarteles, del
aprendizaje en el uso de armas de diversos tipos, estrategias de ataque y de
defensa, del respeto a la institución y a los superiores, la obediencia y otros
factores que a esas alturas de la entrevista seguían siendo irrelevantes.
La conversación empezaba a
hacerse interesante cuando él empezó a internarse en sus recuerdos como soldado
y claramente retornaba por instantes a capítulos semejantes a pesadillas. Sin
soltarse de ese sentimiento de orgullo de haber “servido a su patria”, me
aseguró que había participado en dos guerras, la de Ecuador y la que se
desarrolló en la época de Sendero en el VRAE. De la primera no mencionó mucho,
solo resaltó que en situaciones de guerra todo el mundo podría ser tu enemigo
y que a pesar de todas las dificultades,
de haber sido soltados en la selva, había logrado sobrevivir sin sufrir mayores
percances. Posteriormente contó que en su participación en la guerra civil
donde se lucho contra el terrorismo se encontró con escenarios verdaderamente
atroces. Su pelotón marchaba de pueblo en pueblo, liberando comunidades del
avance de los grupos terroristas. A su paso encontraron, cientos de cuerpos
mutilados, mujeres y niños violados, casas destruidas, oscuridad, hambre y
otras miserias. Pero lo que llegó a calar fuertemente en su mente y que lograba
estremecerlo hasta hacerlo saltar de pavor, era el recuerdo más frío y brutal
que podría venir a su mente; recordó con una mirada agresiva y sus pupilas
fijas; que en alguna comunidad donde les toco intervenir encontraron en la
calle principal a decenas de niños colgados en algunos palos, con rasgos de
haber sido mutilados. Eso había generado en su interior un odio y desprecio por
sus enemigos terroristas. También aseguró que a raíz de esta escena decidió
envolverse en su odio y arremeter sin compasión cuando se encontraba con grupos
armados de las filas enemigas.
Le pregunté si después de todas esas anécdotas donde se narraron muchas atrocidades, bastante escalofriantes, podía descansar con tranquilidad como todos los mortales. Me aseguró que últimamente podía descansar durante algunas horas, pero que los dos años posteriores a la guerra civil habían sido verdaderamente duros. Insistiendo en mi rol periodístico y con muchas preguntas en mi interior, le consulté si había recibido atención de algún especialista, me aseguró que sí, pero que no le había sido de mucha ayuda. También le pregunté si había sentido miedo para matar, pues sea quien sea el enemigo, es un tema complicado eso de querer apresurar el final de nuestros semejantes. Y fue ahí cuando unas de las frases más contundentes de la entrevista me dejaron verdaderamente atónito. “Al igual que a ti te han formado para ser periodista y sabes como sacarle respuesta a la gente, como dirigirte a ellos, etc. Pues esa es tu profesión; la mía es matar, yo soy soldado de élite, para eso me han entrenado, para servir a mi patria”. Cuando me dijo esto, me quedé perplejo, había entrado en razón, me había dado la respuesta más concisa y clara. Me comentó de su entrenamiento en el extranjero donde había logrado especializarse en tácticas y estrategias especiales de guerra. “Podría matar con una simple aguja” dijo, para rematar lo siniestro que significaba todo esto para mí.
Por eso, ahora que se encuentra
en boga todo este asunto del “servicio militar OBLIGATORIO”, me detengo y
recuerdo justamente a ese hombre fornido de expresión desorbitada, profundas
ojeras alrededor de su agresiva mirada, y caigo en la cuenta de que hablar de
“servicio militar OBLIGATORIO” es hablar de “formar asesinos con carácter
obligatorio” bajo el lema del patriotismo y civismo incivilizado que promulgan
los irresponsables conductores del país.
Además este tema pone en
contraposición un factor muy importante: LA EDUCACIÓN, pues si tenemos en
cuenta que la educación es considerada como un proceso
multidireccional por el que se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar pues habrá que ser claros y distinguir
entre la educación constructiva y la otra polarizada, dogmática, donde los
soldados son carneros obedientes, donde su opinión no importa; sus vidas, mucho
menos. Inmediatamente se viene a mi mente la fotografía de Oscar
Mauricio Ceballos, la que capta a una estudiante durante las protestas de estudiantes en
Colombia, portando un cartel con una flecha dirigida a los militares donde se
puede leer: “ellos… también querían estudiar”. (pueden buscarla en google)
Antes de continuar con mis
observaciones, me pregunto y te pregunto: ¿Qué pasa con todos los soldados que
han sido formado en tácticas bélicas y han concluido su servicio militar? ¿Será
cierto que la “disciplina militar” sea verdaderamente una cura para la
desorientación de los jóvenes? ¿Te imaginas todo lo que podría invertirse en
una educación constructiva con el dinero invertido en armas? ¿No existen otras
formas más constructivas de servir a un país tan derrumbado como el nuestro en
sectores tan importantes como la desnutrición crónica, el analfabetismo, la
delincuencia, la salud y otros? ¿Para qué necesitamos soldados? ¿Te imaginas de
soldado?
¿Y si cambiáramos “el servicio
MILITAR OBLIGATORIO” por “educación humana y de calidad OBLIGATORIA”? ¿Cuál
crees tú que sería más beneficioso?, sobre todo para un país en crecimiento y
sin desarrollo como lo es en bambalinas, el nuestro. Me causa mucha indignación
que cientos de jóvenes se vean obligados a servir a un país que no le sirve,
donde las autoridades no están capacitadas para servir y sin embargo exigen
servicio.
Aunque decidí hace mucho alejarme del periodismo, justamente por su carácter servicial y obediente a la editorial; no quiero imaginarme entrevistando algunos años más adelante a uno de estos jóvenes, contando historias sangrientas y brutales como la descrita, mostrándose orgullosos de “haber servido a su patria”, quizá sin entender que solo sirvieron a su generales y degenerados.
Aunque decidí hace mucho alejarme del periodismo, justamente por su carácter servicial y obediente a la editorial; no quiero imaginarme entrevistando algunos años más adelante a uno de estos jóvenes, contando historias sangrientas y brutales como la descrita, mostrándose orgullosos de “haber servido a su patria”, quizá sin entender que solo sirvieron a su generales y degenerados.
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