Cuantas veces el tiempo pasa y de pronto no entendemos si es necesario que las agujas sigan su curso frecuente, golpeando las doce una y otra vez, haciendo días, haciendo noches. Haciendo años nuevos, dejando atrás millones de recuerdos vomitados por el destino, aplazando los sueños, para más adelante, para más despuesito, para luego.
Cada hora y cada minuto, sigue el compás de los latidos de todos los que pisamos tierra, de los que humanamente vivimos, de todos aquellos que sobrevivimos a la furia y tempestad del tiempo, que nos arruga y nos envejece, poco a poquito, paso a pasito.
El tiempo que a veces nos enamora, que nos trae ilusiones, que nos absorbe entre lo insólito y lo apacible, que nos envuelve entre mortajas calidad, para morir contento, latiendo, entre lo incierto, entre lo que vendrá y entre lo que dejamos pasar.
Que molestia cada segundo, cada vez que el minutero golpea mis días apurados, agitándome, acelerando mi emoción de encontrarte, de hallarte así de la nada, de enamorarte con tan sólo mirarte y sonreírte. Que el tiempo nos deja, o nos junta o nos despeja.
Cada hora y cada minuto, sigue el compás de los latidos de todos los que pisamos tierra, de los que humanamente vivimos, de todos aquellos que sobrevivimos a la furia y tempestad del tiempo, que nos arruga y nos envejece, poco a poquito, paso a pasito.
El tiempo que a veces nos enamora, que nos trae ilusiones, que nos absorbe entre lo insólito y lo apacible, que nos envuelve entre mortajas calidad, para morir contento, latiendo, entre lo incierto, entre lo que vendrá y entre lo que dejamos pasar.
Que molestia cada segundo, cada vez que el minutero golpea mis días apurados, agitándome, acelerando mi emoción de encontrarte, de hallarte así de la nada, de enamorarte con tan sólo mirarte y sonreírte. Que el tiempo nos deja, o nos junta o nos despeja.
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