Estamos en el 2009, año en el que la ciencia, las tecnologías de información han disparado su capacidad de difusión e interacción con los miles de millones de seres humanos que habitan nuestro planeta. Luego de esta premisa, me atrevo a preguntar, si es posible que los miles de millones de seres humanos, con estudios básicos, con una cultura mucho más aperturada, podamos creer en aquella fantasía pueril y sin sentido llamada “Papá Noel y sus renos”.
Cuando era chiquillo, me gustaba disfrutar junto a la matriarca de la familia, una señora cargada con ciento ocho años de experiencias, nos enseñaba a conocer al “amito”, así se refería al maestro Jesús. Nos enseñaba a orar y creer en la magia del nacimiento del Jesús niño, era claro que esta ancianita nos invitaba a un renacer constante, nos hablaba de la bondad y del compartir, más allá del año 1993, esta mujer dejo de existir y aquella forma cósmica de entender la navidad se esfumó con ella.
Quizá algunos años más disfruté del nacimiento y algunas veces me preocupé en confeccionarlos yo mismo. Una vez, recibí un regalo de algún amigo secreto en un grupo infantil católico. Abrí la cajita con mucho cuidado, el objeto se encontraba de cabeza, tenía unas botitas puntiagudas, una pancita roja sostenida por una correa negra, una barba blanca de enano y su gorra roja con borla blanca y lentes. Aquel duendecillo, resultaba llamarse “Papá Noel”, el ahora mítico personaje que engalana la navidad son sus colores y regalos. Era un regalo agradable, ya que siempre regalan relojes y lamparitas, este parecía ser un regalo verdaderamente enternecedor. Sin embargo siempre y desde mis constantes preguntas de infante me interne en la búsqueda de explicaciones, a la navidad y al gordo ese que andaba pegado en las paredes navideñas de mi hogar.
Cuando eres niño, lo crees todo, todo es fantasía. Es probable que a esa edad haya creído que el power ranger rojo, podría ser el hijo de Papá Noel y creer que me traerá regalos porque hasta tus doce años probablemente todo lo imposible se hace real. Además me preguntaba, pero por qué Papá Noel si puede ser el Santo que da regalos y por que el Power Ranger rojo no, si también es bueno y lucha por la justicia. Pensaba y pensaba hasta que algún día encontré una probable respuesta:
Primero, el tal Santa Claus, más conocido en el mundo publicitario como Papá Noel era realmente una ficción, basada en la historia de un santo llamado Nikolas en lo que ahora conocemos como Turquía. Esa historia la imaginó un inglés llamado Clement Moore. Pero un día, Coca cola, la que todos sabemos que es la empresa más poderosa en el mercado mundial de gaseosas contrató a un caricaturista y le encargó que crease la imagen navideña que represente a la gaseosa en la festividad de navidad. Y así fue como Thomas Nast, concretizó la idea del rechoncho y enrojecido Papá Noel. Todo esto sucedió en 1931. Han pasado más de ocho décadas y este ancianito gaseosero logró desalojar de forma grosera al verdadero cumpleañero. Cuando me enteré de esto hubiera preferido al Power Ranger rojo, porque él no se metió con la navidad que también podría ser la imagen de Coca cola, es más ligth, más hábil, pero no da regalos.
Estamos cercanos al 2010 y este rechoncho vegete sigue siendo la estrella de los almanaques y posters que promocionan productos para las fiestas. Y el burrito Tabanero, el Burro y el Buey, los pastorcitos, María y José, pero sobre todo el niño Jesús perdieron su papel protagónico en la historia. Es más me apresuro a decir que la Navidad ya no existe. Todas las empresas han recurrido a estas fechas para identificarla con los regalos, antes que con el recuerdo de la llegada de nuestro gran maestro a nuestras vidas. Que desilusión siento cuando escucho a niños soñar con que el estúpido Papá Noel le dejará regalos debajo del árbol, que bajara de la chimenea, cuando ni siquiera tienen chimenea. Es decir, la navidad fue el instrumento de marketing mejor aprovechado a nivel mundial, tanto que ahora empieza a perder valor, sentido. Muchos jóvenes rebeldes como yo ya ni se reúnen a comer el pavito, que es de una marca que anuncia sus pavos con motivos navideños, ni a tomar el chocolate, que es otra marca, ni el champan, que es otra y así sucesivamente hasta llegar al Panetón. Cuanta gente cree dentro de su ingenuidad que si no hay Panetón no pueden darse un abrazo de amor en aquella fecha. Pero yo estoy de acuerdo en que no todo puede ser felicidad, porque resulta que la navidad también es la perfecta grosería cuando todo el año discutes, peleas, tratas y te tratan mal pero como es navidad, entonces tenemos que abrazarnos y fingir que nos queremos porque es navidad, que asco en serio.
Así que yo deje de creer en la navidad como fiesta terrenal, la celebro sin estampitas ni chocolate, aunque juro y acepto que siempre he comido el pavito, que rico que es, pero no comparto las tonterías de la iglesia. Si navidad es compartir, que navidad empiece el primero de enero y concluya el 31 de diciembre, por favor Papá Noel escucha mi pedido… y no hagas JOJOJODANSE, FELIZ NAVIDAD…
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