Me gustaría poder volver a ese diciembre donde todo florecía con una magia asombrosa, donde las palabras dulces aleteaban como mariposas por todos los rincones como componiendo una primavera armoniosa a inicios de un verano plácido. Hubiese deseado grabar las escenas en algún dispositivo que las reproduzca con sonido envolvente, aromas y texturas en mi cine mental, algo inmenso me estremecía. No sabes que tan inmenso. Adoraba la naturaleza con la que se producía todo. Aparecer de la nada, florecer de la nada, vibrar de la nada, sumergirse en la nada, descender de la nada o subirse a la nada para mantenerse en ese espacio completamente ausente. Yo no quise tenerte nunca y te tuve como quinientas veces. Y aunque hubiese querido tenerte por lo menos unas dos mil o tres mil veces más, solo hubo lo que hubo. Me embrujaba excesivamente verte caminar con tu vestidito turquesa, con tu cabello extendido, flotando delicadamente por la acción del viento. Aún tengo grabado en mi gran lienzo...