Mis manos envejecieron por tocarte tan sólo unos minutos y mi boca tenía sed de beberte. Con tus ojos cerrados soñabas sonriente, combatiendo con el fuego, lentamente. Cada caricia y mirada tuya, el jugueteo de tus manos en mi pelo, tu calor, tu deseo, lo blando de tu pecho, ese laberinto en el que nos perdemos, cada segundo cada minuto, aquel lugar donde las calderas del infierno se convierten en tu paraíso. Yo sueño, yo vuelo, yo me pierdo, entre el olor de tu pelo, entre el placer de tus dulces besos, y cada caricia tuya agita mis pálpitos, alienta mis ganas de perderme en tu risa, en tu mirada de niña linda, en tu piel, en tu voz, en tus propios sueños. Me duermo en tu suavidad, soñando cosas cada vez más extrañas, planeando en el espacio estremecido por el resplandor de las estrellas tintineantes, y cada vez que despierto encuentro tus ojos, persiguiéndome a la carrera, y yo me dejo alcanzar rápidamente. joseph s h